viernes, 4 de julio de 2014

Leonardo Castellani
La “Derrota de las Humanidades”
(ariículo publicado en la revista ‘Dinámica Social’)

L
a “batalla de las Humanidades” a la cual estamos atentos desde hace lo menos 20 años, puede darse por perdida; pues sólo un milagro divino podría alterar las actuales posiciones en Europa. En cuanto a la Argentina, aquí no puede perderse, porque nunca se dio: los obligados a defender esa parte esencial de nuestra tradición, para salir corriendo no esperaron sentir el primer tiro. Solamente la provincia de Salta, con obstinación digna de Güemes, retuvo la enseñanza del latín en sus escuelas provinciales durante 20 años después que Sarmiento y Wilde la hubieron suprimido en todo el país; y para hacerles aceptar las ‘subvenciones’ en dinero con que Sarmiento quería ‘protegerlas’… hubo que usar la fuerza. (Protegerlas significaba, desde luego, someterlas).

jueves, 3 de julio de 2014

EL PROLETARISMO PSICOLÓGICO Y EL GOBIERNO MUNDIAL.

EL HOMBRE EUROPEO CONTRA EL AUTÓMATA COSMOPOLITA
(tomado de ‘Jóven Europa’ del 1/11/1963 y traducido por nuestra inolvidable amiga y camarada profesora Sylvia Zuleta)

E
n su discurso de iniciación de cursos el rector de la Universidad Libre de Brusellas ha tomado posición contra los ‘bautismos’ a los cuales los estudiantes  tienen costumbre de someter a los novatos, porque ve en eso una supervivencia del ‘espíritu tribal’. No habría porqué detenerse en esto sino tradujese un estado de espíritu peligroso para la concepción del hombre. Con seguridad importa poco que se viertan litros de cerveza sobre los estudiantes que entran a la Universidad, pero una declaración como la del Rector de la Universidad Libre de Brusellas asume otro significado, precisamente porque testimonia una concepción determinada del hombre.

Se trata, so pretexto de ‘liberarlo’, de arrancar al ser humano todo lo que lo vincula al mundo que lo rodea. Acá, en este caso preciso se quiere incluso prohibirle toda impresión de pertenecer a un ‘clan’, a un grupo, mediante la supresión del rito –aún degenerado- que sanciona la entrada al grupo. Se hacen esfuerzos inclusive para matar toda idea de lazos del individuo con el suelo, una nación y aún una familia, con todo lo que le infunda la idea de pertenecer a una comunidad.

Esta operación se efectúa so pretexto de ‘liberar’ al individuo, pero debemos advertir que  nada  hay más engañador que esta coartada intelectual; el individuo, víctima de ese proletarismo psicológico, se encuentra librado, sin defensa, a todos los condicionamientos (cuyo poder se conoce hoy día); se transforma en el perfecto autómata… listo para someterse, en nombre de la libertad, a todas las esclavitudes de las que ya ni siquiera tiene conciencia. Pierde todo libre albedrío, se vuelve un objeto, una unidad en el hormiguero, una presa para todos los conformismos, un ser dramáticamente privado de toda libertad.

Es lógico preguntarse porqué en Europa hay individuos que persiguen una obra tan nefasta. Parece que las causas son de dos órdenes. Se trata, en primer lugar, de privar al europeo de su personalidad, esa personalidad creadora que hizo de  él, durante siglos, la sal  de la tierra. En tanto conserve su carácter diferenciado, el europeo constituirá un obstáculo infranqueable para los grupos capitalistas cosmopolitas que pretenden someter a su dictadura a un universo asentidor a fuerza de embrutecimiento progresista. La gente que trabaja en este tipo de tareas ‘en la cumbre’ saben, pues, perfectamente lo que hacen y adonde quieren llegar.

Con este objeto se utiliza a intelectuales desviados, separados –a causa de intelectualidad- de las realidades verdaderas, y queremos creer que el Rector de la Universidad Libre y sus congéneres pertenecen a este segundo grupo y no al primero, que son concientes y no criminales.

Estos intelectuales son víctimas de una desviación característica del individualismo abstracto: verdadera enfermedad en el plano humano hace de ellos presas indicadas para la concepción irreal del mundo imperante en Oriente. Se trata de una especie de simplificación matemática del universo, de la reducción de esos seres maravillosamente complejos que son los hombres a una esquematización cuya sencillez halaga al espíritu. Esta enfermedad mental permite proclamar que todos los hombres son iguales, que todas las razas son iguales, lleva en línea recta al gobierno mundial sobre una base titulada democrática y de la cual se tiene un ejemplo elocuente en esa casa de locos que es la ONU. Detrás de ese mito abstracto y absurdo del igualitarismo se perfila la verdadera realidad; la del gobierno de una masa amorfa hecha de individuos indiferenciados, por una pequeña minoría todopoderosa; así como se quita al hombre toda libertad en nombre de la Libertad, se encarece toda democracia en nombre de la Democracia. El ser humano ya no es más que un productor-consumidor, una máquina, un autómata. Está maduro para la peor de las esclavitudes.

Contra esa degeneración de la humanidad, ya no existe sino una sola posibilidad de defensa: un acto de fidelidad a las leyes naturales frente a las filosofías irreales del Oriente. Como todas las demás especies animales que existen en esta tierra, la humanidad extrae su poder creador del ajuste armonioso de su vida con esas leyes naturales, las cuales se definen en primer término por la pertenencia a un suelo determinado y luego por la pertenencia a una comunidad creada sobre ese suelo.

Le ‘persona humana’ abstraída de esa realidad es un mito absurdo; por lo demás basta para convencerse de ello con examinar que ejemplares de humanidad dan  esas ‘personas humanas emancipadas’; proporcionan de un Sartre a un U-Tang, algo por lo cual no hay que sentirse orgulloso de llamarse ‘hombre’.

La proletarización psicológica, intelectual y mental sólo puede conducir a esta imbécil negación de tener conciencia de sí misma que la humanidad tardó tantos siglos en alcanzar. Frente a las filosofías irreales del Oriente, Europa elevó como un dique contra las hormigas, su concepción del mundo fundada en la conciencia de la realidad del hombre y del mundo en que vive.

El combate contra la barbarie, en esta hora, debe inevitablemente librarse bajo forma de una revolución en el sentido de los valores europeos fundamentales: el suelo y la comunidad en que se vive. En la hora técnica de los grandes grupos, ese suelo no puede ser otro que Europa; en cuanto la comunidad europea cabe asumir el rostro de la justicia social que no es el del igualitarismo de estilo tanto marxista como capitalista, sino la posibilidad para que cada uno acceda al lugar que le corresponde en una sociedad jerarquizada según el mérito.+

CORIOLANO.