lunes, 1 de septiembre de 2014




3º  PARTE

Caudillo nacionalista  veremos como su patriotismo heroico contagia al pueblo  argentino que recuperará la salud política,  obedecerá, luchará y se sacrificará generosamente por amor a la Patria,  reflejando las virtudes del Caudillo,  como  sucedió en la época de Rosas. 

Inciensa a B. Rivadavia tan  soñador de  quimeras disparatadas, petulante y traidor como él, pues entre iguales se adulan. Luego lo mismo  a  todos los  demás snobs ,  hombres de ‘orden’ y de ‘luces’.

Si los españoles por ser poetas eran estériles e inútiles, los poetas unitarios, por el contrario, aún siendo de mucha menor calidad, según Sarmiento brillaban civilizando. De Echeverría dice: “manso varón, como es poeta ardiente i apasionado por la contemplación de la naturaleza i la refracción de lo bello…es el poeta de la desesperación, el grito de la inteligencia pisoteada por los caballos de la pampa”… (63), que sufre por no poder aplicar en su patria “sus bellas teorías de libertad i de justicia”.

Luego llueven alabanzas sobre Mármol: “Una joya encontré en Río de Janeiro, Mármol, el joven  poeta que preludia su lira… [escribiendo] ‘El Peregrino’, que no verá la luz porque a nadie interesará leerlo es el raudal de poesía más brillante de pedrería que hasta hoi ha producido la América. Byron, Hugo, Beranger, Espronceda, cada uno, no temo afirmarlo, querría llamar suyo algún fragmento que se adapta al genio de aquellos poetas” (83).

“Es Varela, en efecto, no el hombre más instruido que tiene hoi la República  Argentina, sino la naturaleza más culta, el alma más depurada de todos los resabios americanos, es el europeo aclimatado en el Plata…” (128).  No es posible dedicar tales elogios a uno de los peores traidores unitarios, al Florencio Varela ‘lacayo’ de Thiers, aliado al Brasil para desmembrar la Argentina (C. Pereyra, ‘Rosas y Thiers’, 152); tratado desdeñosamente por lord Aberdeen –así se trata a los traidores- cuando fue a Europa con la misión de entregar su propio país para que los imperialistas lo invadan militarmente; misión que tuvo un ‘final infeliz y vergonzoso’.

Luego, con ocasión de la libre navegación de los ríos argentinos, los unitarios apoyaron la entrega de la soberanía fluvial a las potencias imperialistas, repudiando el heroísmo de Obligado. “La falange Varela- Alberdi- Sarmiento  creía que los ríos del Nuevo Mundo eran libres, pero no libres como el Rhin y el Danubio, sino libres como eran los ríos de América colombina y del África ecuatorial, el día que un explorador llegaba por primera vez a sus estuarios majestuosos” (C. Pereyra, 143).

SIGUE  ANATEMATIZANDO.

Suiza le encanta por sus bellezas naturales, pero políticamente la considera deficiente (318). “Lo que más embellece el aspecto de los Alpes es la presencia del hombre aun en sus más escabrosas sinuosidades”, contraponiéndola ¡cuando no! a los “deshonrosos”  pasos andinos que impiden el comercio, panacea de los pueblos  (313). Sobre Italia arroja proyectiles venenosos; en Roma exclama: “Paréceme que el cristianismo pidiera limosna al mundo en estos días para velar el cadáver de una ciudad que sirve de panteón a tantos siglos, a tantas glorias i a tantas miserias… ¡Qué miseria i que abandono! ¿Porque no trabaja este pueblo? ¿Porque sus habitantes son tan ruines, tan descuidada la cultura, i tan desaliñados los vestidos de sus habitantes? (290)…”aquel desierto de ideas que es la Italia, y también: “Florencia es otra Nápoles sin ruinas, sin bahía, sin lazaroni i sin Vesubio” (295)… ¡bárbaro! ¡no admiró  el arte de esa joya artística de Europa y del mundo!  Luego revindica el arte del Renacimiento (300).

En Italia lo entusiasma la Semana Santa romana “grandiosa, digna de verse, pero no religiosa, no solemne” (298), y también el carnaval romano. Pero el resto abominable… “los italianos en Nápoles mostrádome el último grado a que puede descender la dignidad humana debajo de cero ¿Qué importan los monumentos del jenio en Italia, si al apartar de ellos los ojos que los contemplan , caen sobre el pueblo mendigo que tiende la mano, i no recuerda el nombre de la Madona, sino para mostrar toda la profundidad del abismo de miseria de cuerpo i de alma en que se revuelva” (317). ¡La verdadera  miseria de cuerpo y de alma es no saber distinguir la belleza, disimulada quizás, pero real. ¡No conmocionarse   ante lugares donde se percibe que hasta la tierra y el aire  son   historia y arte de los siglos!

PÍO IX  Y  LA  RELIGIÓN.

Sacerdotes,  inclusive de rango, aunque del clero modernista poco bueno puede esperarse, suponen que Sarmiento conservaba la fe católica por la piedad de su ‘mamita’, su cercanía al presbítero Oro, o porque estando en Chile, ya perteneciendo a una logia masónica, escribió un tratadito religioso. Nada más ajeno a la realidad, pues todos los comentarios escritos en sus ‘Viajes’ son estrictamente masónicos. ¿Cómo conciliar estos opuestos? Gracias a los manipuleos mágicos usados  desde el Vaticano II, para escamotear ecuménicamente el principio de contradicción. ¡Ya se puede ser masón y católico al mismo tiempo! ¡Se puede dialogar y confraternizar con los masones! ¡Con la B´nai B’rirh preferentemente! Y de aquí un solo empujoncito para elevar a Sarmiento a una hornacina de santón laico.

Su  supuesta religiosidad podría definirse como sentimentalista o americanista, a lo sumo, pues pensó el catolicismo,  sin conocerlo, como una filosofía o una religión sin trascendencia divina.; no creyó en Jesús Dios, concibió la Iglesia, la Fe, el catolicismo como la piensa un masón confeso.

Mauricio Ferrari Nicolay, en su crítica al libro de R. Rojas ‘El Profeta de la Pampa’ (revista Estudios, junio 1946, 321) aclara que Rojas al titular un capítulo ‘El sentimiento religioso de Sarmiento’ comete un grave error.  “Olvida Rojas que la religión no es cuestión de sentimiento ni en su base ni en detalle. La religión toma a todo el hombre y predominantemente a su inteligencia y su voluntad… […] El sentimiento entrará, sí, en la vida de la fe, pero no la fundamentará jamás. Sostener lo contrario es naufragar en Schleiermacher y compañía que suponemos muy caros a Rojas, si es que los conoce. Aquí está  también  el quid por el cual Rojas trata tan livianamente el Syllabus de Pío UX, como ya dije anteriormente. Para Rojas, como para Sarmiento, el Syllabus era urticante en su claridad. En efecto, al señalar los errores Nª 15/18 donde habla del indiferentismo y del latitudinarismo –tenemos el Syllabus a la vista- Pío IX señala los errores que Sarmiento defendió y los que lo alejaron de sus creencias juveniles […] de ahí a sostener que Sarmiento entendió que cosa era la Religión y la Iglesia –esta vez con mayúscula-, como que supo deslindar los campos en los que se luchaba con la masonería, de la que fue miembro conspicuo, hay una distancia astronómica”.

Cuando fue recibido por Pío IX, a quien, “de buena voluntad” le besó los pies (257), con el placer de encontrarse con “el espíritu e ideas del nuevo Papa”, pues a su antecesor, Gregorio XVI lo consideraba un déspota. Sin embargo Pío IX escribió un mentís  (Qui Pluribus, 1846) en el tiempo en que Sarmiento lo conoció, que debió recibir como un ramalazo al punto de dejarlo atolondrado, aunque ni acusó el golpe, respecto a su manía ‘progresista’ que aplicaba en todos los órdenes, como la pócimas ‘milagrosa’ de algún viborero.  “Esos enemigos de la revelación divina, prodigando estupendas alabanzas al progreso humano quisieran con temeraria y sacrílega osadía, introducirlo en la religión católica, como si la religión misma fuese  obra de los hombres y no de Dios, o algún invento filosófico que con medios humanos pueda perfeccionarse” (citado por J. Lemius, ‘Catecismo sobre el modernismo’ Iction).

TANBIÉN  DESPRECIA  EL  ARTE  COLONIAL.

Paseando por plazas y calle romanas se dejó arrastrar nuevamente por su resentimiento, con otro argumento que lo incitaba a renegar de su patrimonio cultural. Impulsado por si odio enfermizo a descubrir su linaje criollo, sacudió el polvo de los adobes encalados, despreciable paja y barro, de los que creía estar cubierto como lacras vergonzantes, baldón infamante pegado a la claque de flamante embajador de las ‘Luces’, descubriendo su ‘gaucheríe’  de la Pampa bárbara, mientras murmuraba: “I nosotros, he dicho para mi en aquellos momentos de embriaguez, producida por la contemplación de tantas bellezas, ¿Porqué estamos en América condenados a la privación absoluta del bello artístico, que en sus primeros ensayos muestra el límite que separa al salvaje del hombre civilizado…? ¡Pueblos nuevos aquellos, repite la vanidad americana, que no obstante encontrarse en esto sorprendida en flagrante delito de barbarie, no conciente en que se la llame bárbara! ¡Pueblos decrépitos, diría yo, vástagos podridos de viejo y podrido tronco! (250). Estas palabras tan duras son falsas y maliciosas, pues en su época existía una magnífica arquitectura, sencilla, a veces majestuosa,   inspirada  en la realidad característica de nuestra tierra, con  una imaginería, tallas y pinturas  espléndidas, que aún podemos apreciar y venerar: Jesús crucificado o azotado, la Santísima Virgen y  los santos, de un realismo barroco estremecedor; que elevaban el placer artístico y  la fe religiosa  aún de los fieles más humildes. Este arte  religioso   se degradó en el siglo XX con una oprobiosa imaginería  comercial, tan combatida por el padre Castellani y por fray Petit de Murat, entre otros.

Sus conocimientos artísticos eran pobrísimos, como él mismo reconoce: “La jenerosa oficiosidad del maestro Carlos de París me ha guiado en esta exploración que no considero inútil, i sus luces en la materia han suplido mi insuficiencia para apreciar el mérito de los objetos de arte que se me ofrecían a mi admiración “ (252) ¿Con que autoridad entonces, tiene la osadía de execrar el arte colonial americano?

Repetimos: su mala fe lo dominaba, siendo sus comparaciones odiosas cuando trataba sobre las cosas nuestras. ¿Alguien puede comparar razonablemente el incomparable arte europeo gestado secularmente desde raíces antiquísimas? Arquitectos, escultores, pintores, músicos, todos al unísono rendían culto al Dios de lo Bello. Desde las primeras manifestaciones artísticas de los pueblos de la Europa central, Egipto,  los siglos greco-romanos y cristianos, una continuidad creativa que  está a un nivel inconmensurable, elevados por encima de todas las culturas que han existido y existirán. Pero otros estilos artísticos no son una  “privación absoluta del bello artístico” ¡De ninguna manera puede desconocer la belleza artística del arte colonial sudamericano!

La enumeración  de las espléndidas obras del arte colonial sería inacabable. Desde las Capillas coloniales diseminadas en la precordillera, en plena Puna jujeña, hoy día arrasadas por el liberalismo, ellas y sus mismos pueblos ante el avance del ‘progresismo’, erigidas con inspiración telúrica, hasta las maravillosas Iglesias ciudadanas, y las más suntuosas  de Perú y Bolivia; resguardando en su interior la riqueza dorada y la platería de la artesanía barroca indoamericana;  todas dirigen y elevan al culto debido a Dios. Inclusive la arquitectura doméstica, espléndidas casonas señoriales, algunas de las cuales aún subsisten, que Ernesto Heritier cantó en su poema sobre Jujuy, sus patios y sus ángeles custodios; espacios de auténtica dignidad humana conteniendo distinguidos objetos de artesanía,  que espiritualizaban la vida. Aún  las viviendas humildes tenían un alma acogedora, en su pobreza humanizada, como se observa recorriendo las tierras del norte argentino. No existían los hacinamientos de  las villas miseria, baldón del demo-liberalismo ¡Cuánto anhelarían vivir actualmente en esos ranchos o en las sencillas habitaciones que ocupaban los sirvientes en la Casa del Virrey, en Córdoba!

Tiene palabras acertadas elogiando el gusto artístico de los romanos y la barbarie iconoclasta protestante. “Si los iconoclastas hubiesen triunfado, empero, en los tiempos primitivos, el mundo estaría hoi sumido en la barbarie, i el cristianismo como la religión de Mahoma,  hubiera sido  el azote de la civilización en lugar de ser su guía i su antorcha…¡Gloria, pues, al culto redentor de las imágenes!... Ante esta sublime asociación de las grandezas del cielo i de la tierra, no hai impiedad que ose manifestarse, i el protestante que pasea sus miradas atónitas ante las maravillas de San Pedro, se inclina ante las concepciones del jenio, avergonzándose de la esterilidad de la protestación que excluye del culto  las creaciones artísticas, quitando a Dios lo que es de Dios” (247).

Ya en EEUU (474) justifica la adquisición, inclusive “plajiando y saqueando”, aprovechándose de la pobreza de pueblos europeos cultos,  de obras de arte para suplir la carencia de la  cultura artística yanqui; “que echarían en los Estados- Unidos la base del futuro arte americano…[afirmando que este despojo es obra de la “actividad intelijente del país”], importando primero, plajiando, saqueando a las otras naciones para enriquecer de datos su espíritu i obrar después”

EL CIENTÍFICO  CHILENO  ¡NO  SE  DURMIÓ!

Resistiendo estoicamente el aburrimiento, el ‘grande entre los grandes’ trae una graciosa anécdota narrada con sincera espontaneidad, ocurrida durante su estancia en Alemania. Sucedió que en Gotinga se relacionó con unos profesores de la Universidad “verdaderos sabios alemanes” que le requerían noticias, pues “un americano venido de tan luengas tierras debía ser hasta cierto punto objeto de curiosidad” (330). ¡Como un bicho raro! ¡rarísimo! A punto de partir de Alemania, el rector de la Universidad lo invitó a la solemne entrega de los premios académicos. “Un sillón me estaba reservado entre los miembros de la facultad de humanidades, como una muestra sin duda de la hermanable acogida que la hospitalidad de las letras ofrecía a un miembro de igual corporación en Chile… [¿fue profesor universitario en Chile, o lo soñó?]. Por mi parte creo haber representado dignamente a mi cuerpo, en aquella solemne asamblea de sabios, sino por la profundidad no bien sondeada de mis conocimientos profesionales, al menos por la seriedad i aplomo imperturbable, con que escuché de cabo a rabo i sin quedarme dormido, un erudito discurso en latín”.  Se esforzó por no dormirse de aburrimiento, como hubiera sido natural en un ‘sabio’ que no entiende ni jota… y luego de abrir la boca para mencionar  ante sus asombrados ‘colegas’ su increíble teoría de las volutas de la pipa finalizó su vergonzante visita a la facultad alemana.

ESTADÍA  EN  PARIS  Y  EN  LONDRES.

Le perdimos el rastro en París, (423), dejándolo asustado pues no tenía ni un duro en su bolsa, y dejándonos a nosotros más asustados aún pensando que todavía estaremos pagando los intereses por los duros que quien sabe quien le prestó. ¡Porque en ese ambiente nadie presta gratuitamente! A fines de julio se encuentra a punto de abandonar París abrumado por la flacura de su bolsa que no le alcanza para cruzar el  “istmo” ¡ Le faltaban cien duros más los gastos para subsistir en Londres! Entonces, “el maestro de escuela en viaje de exploración por el mundo” siente tal temor que decide reflexionar con su poderoso “voluntarismo irreflexivo […] ¿Volver a su patria chilena vencido, con una mano atrás y otra delante hubiera sido prosaico u desairado” ¿Volver  sin haber visto las fábricas de Manchester y “el océano de casa de Londres”? Jamás. Dar la vuelta  sin admirar la “república única, grande i poderosa que existe en la tierra”, la USA, ¡nunca!

Entonces, aunque no le queda un solo duro, “cojiendo a manos llenas su valor de calavera por reflexión”  fanfarronea desafiando a la diosa Fortuna: “si ella obstaculiza mi viaje a Inglaterra, haré más, –piensa empecinado- y completaré mi viaje alrededor del mundo civilizado”. Y ya su fantasía desbordante lo sumerge en un ensueño acelerado, “donde la realidad flaquea, la imaginación continúa la obra”, nos explica para asombro de los papanatas. Y ya se imagina llegando a La Habana -¡sin un duro!- luego Bogotá, Caracas, Quito y “al fin asomar la cabeza en Guayaquil”, ganando dinero enseñando y “borrajeando páginas para la prensa”. Por supuesto no hizo ni de maestro ni de periodista.

 Viaje admirable, dice sin rebozo, que ningún latinoamericano realizó, comparable al de los fenicios recorriendo el Mediterráneo. Realmente admirable porque sin un duro llega a Inglaterra, donde pasa días y días paseando como turista adinerado, “paseeme holgadamente en Londres recorriendo despacio la línea de ferrocarriles”; luego permanece ocho días en Liverpool y al fin, con la bolsa rebosando misteriosamente, le alcanzan los fondos para cruzar el Atlántico y vivir en la USA; aquí nuevamente queda sin dinero, pero vuelve a obtenerlos fácilmente. ¿Se habrá encontrado con Florencio Varela, que entre 1843/4  viajó a Inglaterra con la misión de vender la soberanía nacional?

Es posible que la ceguera de sus fanáticos lo justificarán diciendo que muy bien pudo publicar en esos pocos días artículos periodísticos en algún ‘magazine’ europeo, con la improvisación y la temeridad acostumbrada, cobrándolos a precio de oro, según él mismo se cotizaba; pero esto es imposible pues de haberlo logrado  no hubiera desaprovechado la oportunidad de proclamar su consagración  ¡y su jactancia hubiera estallado! ¿Quién entonces le llenó la bolsa? ¿Los chilenos para tenerlo lejos y no estorbe, o los ingleses, los franceses o la misma masonería? ¿A quien se habrá vendido? ¿Será el mismo poder que hoy día mantiene a los marxistas ‘desaparecidos’ viviendo burguesamente en el ‘exilio’, hasta que la añoranza los vuelve ‘aparecidos’ al país?  Parece que  su ejemplo cundió entre los diplomáticos, los guerrilleros, los políticos y todos los que viven a costilla de las malditas organizaciones internacionales confabuladas contra nuestra Patria.

CRUZANDO  EL  ATLÁNTICO.

Al fin se instala en un camarote del buque ¡Montezuma’, disponiéndose a concretar su sueño dorado; cruzar el Atlántico hacia su paraíso anhelado ¡la utópica USA! Durante la travesía nos cuenta unas actitudes que ayudan a conocer su lamentable personalidad. Acodado en la borda mirando hacia la bodega, asiste a escenas tan dantescas, tan dramáticas, tan dolorosas, que al leerlas en su pluma nos colma de indignación su indiferencia.

Porque en la bodega del ‘Montezuma’ se apiñan 480 irlandeses católicos que huían de la inquisición anglicana (hago notar que nunca menciona  la inquisición protestante, ni la  inglesa ni la yanqui, realmente satánicas, pues para él sólo debía existir la española, para no echar por tierra su ideología anti-católica); sometidos al hambre y la violencia prepotente, a todos las injusticias del ‘liberalísimo, humanitario y progresista’ imperialismo inglés; perseguidos por el Gobierno anglicano, los irlandeses viajaban hacia la tenue esperanza encendida en la vida yanqui, aún sabiendo que al llegar serían vendidos como esclavos ‘blancos’, sufriendo un trato más inhumano aún que el que atormentaba a los esclavos ‘negros’.

“La vida del mar es poco contábile Por las tardes  me acercaba  a la cubierta, a donde salían como ratas de sus cuevas los infelices irlandeses, desnudos, macilentos, animada su existencias por la esperanza de ver en la tierra prometida el término de sus miserias. Emigraban viejas sexagenarias i un ciego mendigo tocaba por las tardes  la zampoña, para que bailacen damas mugrientas, chupadas y desmelenadas, con galopines en cueros o cubiertos de andrajos, lo que no estorbaba que se agrupasen en torno de aquellas parejas con figuras de convalecientes de hospital, un público con trazas de turba de casas de corrección. Habíales entrado la gana de morirse i seis u ocho cadáveres se arrojaban al mar algunos días, sin que el baile de la tarde fuese por eso menos concurrido” (424).

Mientras tanto  pasa su tiempo apegado a una familia judía, champurreando el poco francés que conoce, desinteresándose todos ellos de la tragedia irlandesa. El “calavera irreflexivo” se entretiene observando con indiferencia burlona, hasta con cierto regusto, a esos irlandeses que se evadían de la pesadilla protestante, cantando y danzando, moribundos de esperanzas humanas., sostenidos milagrosamente por la recia fe católica irlandesa en la misericordia divina. Ratas, mugrientos, presidiarios son algunos de los adjetivos que se le ocurren a este personaje de mala entraña, ajeno a la caridad cristiana.

¿Puede concebirse que no haya gritado de horror, que sus ojos no se hayan empañado de compasión? Y así fue desnudando, sin proponérselo, una característica de su personalidad que lo acompañará toda su vida: ¡el odio al pobre, al menesteroso, al humillado! ¡odio a muerte hasta incitar al asesinato! ¡hasta el exterminio! Como se concretó luego de Caseros, junto a Mitre y sus compinches masones. “Si los pobres de los hospitales, de los asilos de los mendigos y de las casas de huérfanos se han de morir, que se mueran; porque el Estado no tiene caridad, no tiene alma. El mendigo es un insecto, como la hormiga… Los huérfanos son los últimos seres de la sociedad, hijos de padres viciosos, no se les debe dar más que comer” (‘Las Frases Célebres de Sarmiento’ 13/9/1859).

¿Cómo es posible admitir por buenas estas barbaridades? Seguramente porque  por su ‘masonismo’  asumió el triunfalismo luterano-calvinista, despreciando a los menos favorecidos en la vida como condenados irremediablemente a la vergüenza pública y  s la condenación eterna; inservibles para construir su utopía  ‘ilustrada’, versión secularizada de la ‘predestinación’ protestante de los ‘santos’.  Tanto un liberal como un protestante piensan necesariamente como masones y lo son en potencia. Son tres ideologías similares concatenadas con el mismo principio: el libre examen que lleva a la deificación humana.

Pero no era solamente desprecio al poco dotado, ni repulsión en presencia de llagas físicas o morales; pues  se extendió también contra los poderosos que frenaban su demencial ego. Y así injurió la grandeza de don Juan Manuel, rabioso por sentirse apabullado ente la personalidad del Restaurador, y también la del Libertador San Martín. Contra los Caudillos, contra España y los latinos. Tampoco se salvaron de sus diatribas los paraguayos, los indios, los rotos chilenos, principalmente los nobles y heroicos gauchos argentinos. “No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esa chusma criolla, incivil, bárbara y ruda, es lo único que tienen de seres humanos” (‘Las Frases Célebres de Sarmiento’, carta a  Mitre 20/9/1861 y El Nacional, 3/2/1857).

La Tradición católica manda que el poder político debe estar primordialmente al servicio real y efectivo de los desamparados, viudas, huérfanos, menesterosos, de todos aquellos que no pueden hacer valer sus derechos ante los poderosos; ellos son los predilectos de la Tradición. Protección real y efectiva significa no recurrir a las falsas soluciones del marxismo y del  liberalismo, según moda entre la Jerarquía luego del Vaticano II, pues siempre empeorarán las condiciones de vida de los indigentes. Pero Sarmiento con su afinidad cultural protestante y capitalista desechaba a todos aquellos que Jehová no cubría de oro y otorgaba poder; fue un fruto podrido de la ‘reforma’, definida por Belloc como la rebelión de los ricos contra los pobres, que fueron convertidos, tanto en USA como en Inglaterra, en carne de cañón en las guerras imperialistas;  ficticios soberanos,  efectivos consumistas en democracia y  en materia bruta del marxismo.  

LLEGANDO  A  SU  PARAÍSO  SOÑADO.

Cuando el ‘grande entre los grandes’ desembarca en su Paraíso imaginario su exaltación no tiene límites, pues cree ver materializada su utopía; pero Carlos Pereyra lo contradice con la realidad en la mano: Estados Unidos “representaba el papel no sólo de la generosidad, sino de la sabiduría. Era el tiempo en que Washington simbolizaba la modestia, Franklin las virtudes silenciosas y Monroe los arrestos de paladín… eran mentiras sin encanto” (251); pero Sarmiento las  adopta y las hace suyas como verdades irrefutables y clamorosas, inclusive la farsa del monroísmo. ¡La utopía hecha realidad! Con su olfato para la traición quizás  presiente alborozado  que los yanquis serán nuestros nuevos amos, que nos ‘civilizarán’ y entonces los disfraza con las adulaciones más serviles., como meses antes las había obsequiado a los franceses. 

En carta a Alsina  del 12/11/1847 (333), le comenta que sale excitado de los Estados Unidos pues son “una cosa sin modelo anterior, una especie de disparate que choca a la primera vista, i frustra la expectación pugnando contra las ideas  recibidas, u no obstante este disparate inconcebible es grande i noble, sublime a veces, regular siempre…”,  y luego, con sensiblería ‘roussoniana’  vio, “esplendores fabulosos de decoraciones que remedan… habitaciones humanas en cuyo pacífico recinto reinan la virtud i la inocencia”… Esta es la esencia de su pensamiento ¡el progreso material convirtió a los EEUU en el país de la ‘virtud i la inocencia! ¡La plutocracia nos lleva al Paraíso terrenal! Sin embargo, bajando del buque en Nueva York no encuentra esas habitaciones humanas que él describió propicias a una vida virtuosa e inocente: “Barrios enteros tienen calles estrechísimas i desaseadas, alineadas de casas de mezquina apariencia. Los cerdos son personajes obligados de las calles i escondrijos donde nadie les disputa  sus derechos de ciudadanía” (425).

Visitando las cataratas del Niágara, queda tan encandilado que escribe: “el pedazo más bello de la tierra; […] traíame arrobado de dos días atrás la contemplación de la naturaleza, i a veces sorprendía en le fondo de mi corazón un sentimiento extraño, que no había experimentado ni en París. Era el deseo secreto de quedarme por ahí a vivir para siempre, hacerme yanqui, i ver si podría arrimar a la cascada alguna pobre fábrica para vivir” (437).  ¡Otra prueba de su anti- patriotismo masónico!

Y por supuesto ansía que: “en medio de la noche de plomo que pesa sobre la  América del sur… se irradie la aureola de luz con que se alumbra el norte”, como solución política acabando con  “el despotismo brutal” en nuestra Patria (335).

EXPANSIÓN  IMPERIALISTA.

Luego de justificar la compra  de obras de arte insignes, extraídas de su ambiente natural,  también  aprueba  la avidez imperialista yanqui de apoderarse de tierras de países vecinos, pues vaticina que la usurpación tendrá un final feliz… porque así lo exige su pasión por lo yanqui: “Yo no quiero hacer cómplice a la Providencia de todas las usurpaciones norteamericanas, ni de su mal ejemplo que en un período más o menos remoto, puede atraerle, unirle políticamente o anexarle, como ellos llaman, el Canadá, Méjico, etc. Entonces la unión de los hombres libres principiará en el Polo del Norte, para venir a terminar por falta de tierras en el Itsmo de Panamá” (339).

Y también: “a la altura de civilización a que ha llegado la  parte más noble de la especie humana, para que una nación sea eminentemente poderosa o susceptible de serlo, se requiere condiciones territoriales que nada puede suplir permanentemente” (335); y continúa aderezando esta idea cínicamente, ¡en momentos que luchaba para escindir nuestro territorio patria entregando Mendoza, San Juan y la Patagonia a los chilenos! ¡Gracias a su gestión Chile sería la nación poderosa con esos territorios robados a la Argentina!

VISLUMBRA  EL  CONSUMISMO.

Continúa idealizando su Paraíso imaginado: “No se olvide Ud. que estoi describiéndole una pobre aldea que aún no cuenta doce casas, rodeada todavía de bosques no descuajados i apartada por centenares de leguas de las grandes ciudades. Mi aldea, pues, tiene varios establecimiento públicos, alguna fábrica de cerveza, una panadería, varios bodegones o figonerías… dos hoteles ha de haber por lo menos para alojamiento de los pasajeros; una imprenta para un diario diminuto, un banco i una capilla… una oficina de la posta i transportes en vehículos de cuatro ruedas i con comodidades para pasajeros… todos con el anuncio en letras de oro, perfectamente ejecutadas por algún fabricante de letras. Este es un punto capital. Los anuncios en los Estados Unidos son por toda la Unión una obra de arte, i la muestra más inequívoca del adelanto del país,,, El norte-americano es un literato clásico en materia de anuncios, i una letra chueca o gorda, o un error ortográfico espondría al locatario a ver desierto su mostrador” (343). ¡Toda esta cantidad de servicios en una aldea que  “aún no tiene doce casas”!  ¡Pura imaginación desbocada, absurda, irreal!

Con esas palabras captó el móvil principal de la vida yanqui: la idolatría del dólar, donde el anuncio publicitario mueve el comercio y éste desarrolla el progreso, que a su vez es civilización y cultura. Hace unas décadas en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, patrocinada por  la Fundación Knok  se expusieron obras plásticas de artistas norteamericanos contemporáneos  representando envases comerciales, con las ‘marcas’ comerciales bien visibles: botellas, cajas, latas. Era el arte al servicio del comercio y de la industria incitando al consumismo ¿Porqué no emplearon objetos de  trascendencia artística? Para que penetre aún más en la mentalidad doméstica yanqui la obsesión por las ‘marcas’; y porque tanto a  los artistas, como a  los políticos y a los investigadores,  los financian las multinacionales.

LA  FONDA EGREGIA.

Navegando el Missisipi, bajando las últimas curvas antes de avistar Nueva Orleans el héroe de los ‘hermanos tres puntos’ lamentándose de la monotonía del viaje a través de 700 leguas de “agua i bosque” llegaba abotargado como una boa digiriendo su comida enroscada en un árbol, con su estómago rebosante  y su razonamiento embotado, mecido acompasadamente por las ondas fluviales. ¿Qué otra cosa podía haber hecho para distraer su aburrimiento que comer desaforadamente, pues la gula fue su vicio casero (“nunca he tenido miedo a manjar alguno… no se ha inventado todavía el potaje que me haga volver la cara” 221),   ni siquiera los extraños manjares que devoró en las carpas árabes).   Así como su vicio social fue hacerse el payaso, según se comportó durante la navegación.

Con los ojos aún extasiados luego de haber contemplado las maravillas del arte europeo, obras geniales  irrepetibles e inenarrables,  que lo llevaron a una altura donde más allá podrá ascender el arte, se desató su imaginación desbordante y su predisposición gnóstica que le hacía creer que la realidad que veía no era tal, sino que era como él quería que fuese; y si no se  ajustaba a sus deseos tenía derecho a modificarla y aún aniquilarla, sacudieron su modorra y aligerando su pensamiento hecho a volar otra de sus sandeces.

Porque allá a lo lejos divisó “la cúpula de san Carlos, consoladora muestra… ¡Por fin iba a ver en los Estados Unidos una basílica de arquitectura clásica i de dimensiones dignas del culto”!  (352), exclamó el desconcertante opinador artístico, quizá porque aún no se le habían disipado los vapores de Lúculo, o porque se consideraba un eximio crítico de arte;  pero seguramente por su obsesión ‘yancófila’, determinando que como estaba navegando sobre el río más largo del mundo, en el buque más lujoso del mundo, que navegaba a través del país más culto del mundo, indudablemente esa cúpula coronaba la Basílica más esplendorosa y colosal del mundo, ante la cual todas las cúpulas góticas y renacentistas semejarían humildes capillitas aldeanas. Con esa idea el héroe de la mitología liberal le arrancó una pluma a alguna furia maldita y con ella ultrajó la memoria inmortal del  divino Buonarroti, proclamando a los gritos,  pomposamente ante la historia; “La vista de aquella lejana cúpula me trajo a la memoria la de San Pedro de Roma” (352).

Si en ese instante hubiese llovido azufre nadie se hubiera asombrado más. Entonces se sintió ese silencio cósmico que precede a las tormentas; nadie osaba hablar presintiendo que algo debía ocurrir para ordenar el desquicio provocado por esa blasfemia contra las bellas artes.  Los espantados pasajeros dirigieron sus ojos hacia él; sólo un loco o un oráculo podía haberse atrevido a trastocar conceptos artísticos milenarios. Pero, por supuesto, nada de esto ocurrió, pues sus compañeros de visaje que eran simples cow boys, rudos aunque no idiotas, habituados a sobrevivir a las calamidades de la vida, comprendieron que ese pasajero que los mortificó durante toda la navegación con sus payasadas groseras no era ningún oráculo y lo tomaron a la chacota; y no hubo ni aclamaciones, ni sombreros al aire, ni lluvia de balazos como expresión de alegría.

Alguien se le acercó, compadeciéndose de su ridículo papelón y  le susurró al oído que aquella cúpula que él había exaltado como digna del arte más encumbrado, no era sino el techo de la Fonda de San Carlos, donde ellos, el sanjuanino con el tarambana chileno Arcos, pasarían la noche: “El San Carlos que me había traído la reminiscencia de San Pedro de Roma, no era más que una fonda” (353). Quizás la cúpula de la fonda  haya sido de dimensiones apreciables, lo suficiente para que alabe sus magnitudes, que es lo que él apreciaba y valoraba; porque él pensaba así: si la cúpula de la fonda tiene un diámetro un  tanto mayor que la de San Pedro, entonces la consideraba artísticamente superior.  Ya veremos que en varias oportunidades se extasía ante lo colosal, asumiendo la tara yanqui: cuanto más grande y costoso mejor y más bello.

EL  PALACIO  DEL  HOMBRE-REY.

Pero  el botarate broncíneo ni se ruborizó ni se inhibió ante su cómica metida de pata ¡Todo lo contrario, llegó al colmo de su insensatez! ¡Se enfervorizó concibiendo una blasfema ocurrencia!  ¡La fonda es el nuevo templo para el hombre! ¡La fonda con su bienestar glorifica al hombre y le rinde culto! “Hé aquí el pueblo rei, que se construye palacios para reposar la cabeza una noche bajo sus bóvedas; hé aquí el culto tributado al hombre, en cuanto hombre, i los prodigios del arte  empleados, prodigados para glorificar a las masas populares (352),,, pues el hotel hereda la cúpula del tabernáculo antiguo(355).

La apoteosis burguesa del pueblo yanqui ya no construye templos para adorar al Dios de la Cruz vencido por el Mundo:  ”La arquitectura religiosa continúa secándose i marchitándose, al paso que la arquitectura popular se improvisa en los Estados Unidos… i las imágenes de la virgen i de los santos han ido a confundirse en los museos, i tenerse hombro a hombro con las estatuas de los dioses paganos, o las desnudeces de la pintura profana”  ¿Cómo desembrollar tantos disparates expuestos en  tan pocas palabras?  ¿Cómo ordenar semejante desbarajuste? ¡El culto al  hombre sustituyendo al culto a Dios! ¡La  Iglesia relegada por la fonda! Pero ojo, maestro, la arquitectura popular no es la que erige hoteles sino la que construyó los templos cristianos, donde nadie está excluido; mientras que los hoteles y los bancos son para los turistas adinerados o para los que viajan ‘de arriba’...

La arquitectura de los Bancos, de estilo jónico o egipcíaco también lo encandilo: “y domina ya el uso arquitectónico de poner en la cúspide de las cúpulas, a guisa de pináculo, la estatua de Franklin, sosteniendo el pararrayos” (355). ¡El pararrayo en vez de la Cruz! ¡El hombre endiosado arrebatandole a los dioses el poder de la naturaleza!

Luego narra admirativamente, y con gracia, la vida regimentada de los clientes en los enormes hoteles. Pero no tiene ánimo para inventar las acostumbradas alabanzas, pues a la hora de las comidas: “¡Qué incongruencias! ¡Qué incestos! ¡I qué promiscuaciones en los manjares!... Estábamos helados de horror, i mi compañero de viaje lleno de gastronómica indignación al ver esas abominaciones, i no llueve fuego del cielo, esclamaba; los pecados de Sodoma y Gomorra debieron ser menores que los  que cometen a cada paso estos puritanos!” (357). Es evidente que le dolían al glotón  esa deficiencia gastronómica, que Julio Camba describe el ‘La Casa de Lúculo’, ¡al extremo de compararla  ligera e impertinentemente   con los abominables   pecados del homosexualismo! En fin, que la mala educación de los yanquis en esos hoteles es asombrosa, por la manera de sentarse, de comer, de dormir, de tratar al desconocido…: “los yanquis son los animalitos más inciviles que llevan fraque o paletó debajo del sol” (359), pero el se babea como un papito ante las picardías de su hijito malcriado, justificándolos:  “Esos hábitos de rudeza, más aparente que real”.

SOBRE  TODO  ¡LOS DÓLARES!

Los yanquis tienen ese  hábito de reverenciar la cantidad de lo que sea, resabio del calvinismo; como los niños: ¡mi juguete es más lindo que el tuyo! Y al maestro chileno, que fue un yanqui hecho y derecho, -aunque no logró ser un WAPS sionista-  tuvo innata esa jactanciosa costumbre; todo lo que observaba lo reducía a magnitudes; y es así como nos abrumó con números y estadísticas espectaculares, ocupando una parte muy importante de sus recuerdos. De lo que veía le fascinaban las  dimensiones, el costo, la financiación ¡lo colosal!

Páginas enteras describiendo minuciosamente las medidas del acueducto del río Croton; la cascada del Niágara; el crecimiento de las ciudades; el monumento a Washington; el aumento poblacional; el consumo de mercaderías; ferrocarriles, puentes, vapores… Números y más números ¡dólares y más dólares! ¡Un aburrimiento aplastante! ¡El tiempo que habrá perdido requiriendo tantos datos!  Ningún adelanto de la civilización técnica del hacer manifiesta aumento de  arte,  moral, o libertad; sólo mayor bienestar, seguridad e higiene, si la técnica se aplica correctamente ¡lo que no se ve mayormente que suceda! Y un deseo personal de superarse y superar  y dominar a los demás.

El genial humorista gallego Julio Camba parece que hubiera leído los ‘Viajes’ dedicándole sus comentarios sobre la vida en EEUU, en sus libros ‘La ciudad automáticas’ y ‘Un año en el otro mundo’ (Austral),  para enseñarle que la realidad debe descubrirse con sentido común y el humor de los siglos, sin los prejuicios ‘iluminados’ de Sarmiento, amasados con la traspiración de la Viuda Negra…  ¿Y cuál fue la realidad que vivió Camba durante su estadía en USA? Pues que las observaciones del sanjuanino, ochenta años después de escritas se habían desarrollado mostrándose en toda su falsedad y superficialidad. El Progreso material no determina calidad humana.

Escribió Camba en ‘Un año en el otro mundo’ (46): “Muchos incendios y muchas matrículas universitarias, mucho dinero y muchos criminales. Los puentes más grandes del mundo, la mayor plutocracia del mundo, la miseria más horrorosa del mundo ¿Qué más da que se trate de esto o de lo otro? La cuestión es epatar y batir records. ¿Qué importan las calidades en el país de la cantidad?”… “De donde resulta que aquí el dinero se ha convertido en la medida de todos los valores. Los hombres valen según lo que tienen, y las cosas según lo que cuestan. En los museos, para darle a uno una idea del mérito de los cuadros, se le dice a uno el dinero que han costado…[…]. Y aquí, además, no se reconoce en el hombre más que una capacidad: la capacidad de hacer fortuna. Un hombre pobre es considerado aquí como un hombre incapaz, y nunca se piensa que ese hombre haya podido invertir su capacidad en cosas no lucrativas. Todo aquí tiene un común denominador que es el dinero”. Puro calvinismo.

LA  CABEZA  EN  LOS  PIES  Y  LOS  PIES  EN  LA  CABEZA.

“Pero donde el jenio de los instintos nacionales brillan en su verdadera luz, es en las actitudes Yankees en sociedad… En un pueblo que como éste avanza cien leguas de frontera por año, se improvisa un estado en seis meses… Deben gozar de tan alta estima los pies, como la cabeza entre los que piensan, o el pecho entre los que cantan. En Norte-América verá Ud. muestras a cada paso del culto religioso  que la nación tributa a sus nobles u dignos instrumentos de riqueza, los pies” (358).  Se me ocurre pensar  ¿Se habrá querido burlar de nosotros con las extravagancias   escritas  en los ‘Viajes’?

Si las fantasías del Quijote enaltecían, las de Sarmiento degradan y corrompen, hasta el punto de decretar las exequias del homo sapiens, pues el yanqui ya no pensará, como ocupación distinguida, sino que  caminará interminablemente, profesando un culto religioso a su propio andar; característica racial que lo impulsa a viajar como  manifestación del    activismo;   como describió J. Steimbeck en ‘Viajes con Charlie’, por ejemplo. Según esto, el hombre definido por la filosofía clásica y por el cristianismo quedó sobrepujado por  el caminador.  Pero si la cabeza no decide andará al tuntún y si la voluntad no los impulsa permanecerán inmóviles. La cabeza hace andar a los pies, pero  a veces  la cabeza  no piensa y se deja arrastrar por los pies, que es como Sarmiento recorrió la historia, como un energúmeno cascarrabias que andaba de un lado para el otro, sin parar, gritando, gesticulando, discutiendo, ofendiendo, admirando su propio andar, buscando fama y poder; típico “liberal plebeyo y disolvente”. Fue como una bengala que surca la noche en este mundo pataparriba, despidiendo destellos,  humo, ruido, sin importarle que las chispas al caer incendiarían la Patria, dejando cenizas, suciedad y miseria.

También en este tema del activismo Julio Camba con su sentido común humorista, que cala profundamente en las cuestiones que trata, se enfrenta y rectifica  la ideología de Sarmiento: “En Nueva York no hay manera de perder el tiempo […] más que una ciudad es una fabrica gigantesca. Aquí se ha supuesto que no debe haber vagos, que no debe haber poetas, que no debe haber enfermos y que no debe haber personas de edad. Se ha supuesto, en fin, que no se debe perder el tiempo. Las mismas diversiones neoyorquinas exigen una energía prodigiosa y son una forma más de la actividad nacional […] Y esto es terrible, aunque no lo parezca, porque yo creo que toda la civilización se ha hecho a ratos perdidos y que su labor se verá interrumpida en cuanto la humanidad se niegue sistemáticamente a perder el tiempo. Yo creo que la civilización es precisamente obra de los vagos, de los enfermos, de los poetas y de las personas de edad. […] Y yo les daría un consejo a las autoridades neoyorquinas; el que fomentasen el ocio. No hay intelectual posible en medio de una gran actividad física […] Y en sólo una hora restante, en media hora nada más, o únicamente en cinco minutos, hubiera podido surgir uno de esos pensamientos fundamentales, que dirigen la humanidad durante siglos y siglos, porque estos pensamientos se extraen al sinfín de las horas perdidas […]. Aquí hay una tendencia a sustituir la conversación con el baile, el pensamiento con la gimnasia casera y la civilización con la mecánica”… (‘Un año en el otro mundo’, 74).

CHACOTEANDO  EN  EL  TEATRO.

Dolían en Italia los heroicos históricos cuando el gran Giuseppe Verdi, ídolo de la italianidad, aportó su genio latino para la restauración de la unidad política peninsular, estrenando en el encantador ‘La Fenice’ de Venecia la ópera ‘Hernani’ o ‘El honor castellano’, que nombrando al héroe que luchó para liberar a su Patria, fue como un ruego para que el joven Víctor Manuel, rey del Piamonte, libere Italia del abrazo aborrecido del Imperio Austro-Húngaro, provocando más que con Nabucco llamaradas de fervor patrio.

Así como hoy día el arte y la cultura fomentan la chabacanería, la corrupción moral y el resentimiento marxista antinacional, principalmente desde Hollywood y la TV Basura, sirviendo al poder del dinero, el apasionado arte verdiano exaltó uno de los más puros y desinteresados amores humanos: el amor a la Patria.

Mientras esto sucedía en Italia, Sarmiento ‘el maestro explorador’ como él mismo se nombraba, apenas llegado a Nueva York concurrió con otros cinco latinoamericanos, entre los cuales el general Alvear, a la puesta en escena de ‘Hernani’, en un teatro en construcción, con ánimo farrista, indiferentes al drama político que se desarrollaba en escena, tan semejante al que soportaba en esos tiempos la Confederación Argentina, ante el cual un patriota de ley hubiera sentido hervor su sangre de indignación contra el imperialismo anglo-francés.

Pero no cualquiera es elegido por las Musas para elevarlo a las alturas sagradas donde el arte expresa verdades políticas trascendentales. Y el ‘padre del aula’ evidentemente no pudo ascender un palmo de su butaca, entre risotadas van y pullas vienen. Imperturbable, chacoteando con sus compañeros, cuenta: “La prima donna cantó por añadidura el jaleo, dirijiendo a nuestro grupo, desde las tablas palabras en español, que le fueron contestadas con una cuchufleta de manolo”; por lo cual ese teatro no sería más que una especie de barraca, con artistas de inferior calidad y espectadores ni una pizca superiores.

Entretanto en Buenos Aires ¡en plena época rosista! , “los cultores de la ópera ovacionaban en el ‘Victoria’ a Mugnay o a la Preti en ‘I puritani’ que luchaban contra los monarcas” (José M. Rosa, ‘La caída de Rosas’ 289), demostrando que en el Río de la Plata se rendía culto al amor patrio y a la verdadera cultura… Hacia 1848 frenadas por el patriotismo de la excelente diplomacia argentina la angurria imperialista, llegan a Buenos Aires varias compañías dando conciertos instrumentales y representaciones operísticas con gran suceso popular, al punto de originarse problemas “para atender de algún modo el infinito número de pedidos” de entradas (recuerdos de Mariano Bosh, citados por J.A.S. en el programa oficial  de la Ópera ‘Beatrice di Tenda’, dada en el teatro Colón en la temporada 1986).

Pero ¿Y la Mazorca? ¿Y los degüellos? ¿La gente se animaba a salir de sus casas, y los artistas extranjeros a venir de Europa a ofrecer su arte donde regía la barbarie? ¿En plena tiranía sangrienta? ¿No es que los mazorqueros acechaban a los que salían de noche de sus casas para degollarlos entre el barro y la sangre que corría por la calzada?

¿No sería que, exceptuando a la ínfima minoría de  recalcitrantes unitarios,  repudiados por todos, tanto los habitantes de la ciudad como los artistas europeos conocían la seguridad, el orden y la cultura nacional, y por eso asistían a las representaciones teatrales o a las reuniones sociales sin reparos? Lo paradojal es que hoy día, en plena ‘democracia’ civilizada y liberal ¡es una temeridad caminar por el centro de la violenta Buenos Aires para asistir a alguna función en el Colón! ¡Porque ahora gobiernan los ‘democráticos’ descendientes de los unitarios! ¡Y ni hablar de la degeneración artística!

Volviendo a la función ¿Habrá sentido que Hernani acusaba su traición? ¿Le habrán cosquilleado las nalgas haciéndolo retorcer en su asiento de vergüenza el noble espíritu verdiano? ¿Él que pocos años antes había incitado la invasión chilena a la Patagonia ¿Él, que pocos años después haría las veces de ‘coronel’ pasquinero en el primer ejército extranjero que triunfó en nuestra Patria? ¿Él, que había repudiado la honorable investidura nacional para  calzarse la divisa de las rapiñas trasandinas? ¿Él, que pasó frente a las Malvinas sin una palabra de emoción dolida? ¿Él, que quería rematar al mejor postor el espíritu de la argentinidad?

Estando en Venecia le sorprendió “la imponente protesta de los pueblos oprimidos” (306) por los austríacos, pero sin hacer ninguna mención al bloqueo imperialista en el Río de la Plata; ¡más bien, apoyándolo! Del arte, de Hernani, de Verdi, de la apoteosis patriótica no mencionó una sola palabra; ciego y sordo, impertérrito en su chatura de farrista, inmutable en su superficialidad. Y si entendió la intencionalidad del argumento de la ópera no le interesó pues no inflaba su ego; prefirió no pensar y  pasarla bien, de acuerdo a su frivolidad habitual para todo lo esencial. Fue masón grado 33, pensó y actuó como masón, y sabiéndolo o no, poco importa, fié protestante.

PROTESTANTISMO,  SINÓNIMO  DE  PROGRESO  Y  CIVILIZACIÓN.

No era capaz de pensar de otra manera; sus ditirambos a EEUU se explican por su afinidad  a la masonería y al protestantismo, doctrinas inseparables, como lo prueban tanto la historia de Inglaterra como la de USA ¡y la nacional! Dicen bien los masones: los protestantes no son masones por escrúpulos o por miedo, pues deberían serlo, ya que el protestantismo lleva inexorablemente a la masonería y viceversa;  la vida pública de Sarmiento  lo atestigua.

Quizás parodiando a Lamennais y anticipándose al espíritu y a la letra ambigua, con regodeo judeo-protestante del Vaticano II escribió: “El poder temporal del papado se sepultó en San Pedro de la Roma moderna. Las anatas, las indulgencias i las bulas de la Santa Cruzada, con cuyos productos se construyó, dieron al mundo el protestantismo, hijo de la libertad de examen, enjendró la educación pública i la discusión; i de esos padres nacieron más tarde la libertad política i la democracia moderna, la química i la mecánica, el vapor i las ciencias” (180) Falsas  palabras, vulgarísimos argumentos, plenamente protestantes, que bien hubiera podido declamar el heresiarca Lutero;  tan resentidas y malvadas que podrían haberse confundido las del uno con las del otro. Y manifestando su liberalismo a ultranza: “la libertad no es más que la realización más pura de la caridad cristiana, dejando a cada uno libre arbitrio en que todo el dogma se fundó”… O sea el fraude  de siempre: se trata de atacar el dogma católico para sustituirlo por el dogma de la libertad; el primero no mengua la libertad, porque trata de verdades divinamente manifestadas, mientras que el dogma de la libertad, nacido protestante, paradojalmente, cae en el totalitarismo, tal como la historia contemporánea lo demuestra. Bajo el dogma católico se vivió en libertad; bajo el dogma liberal se está esclavizando al hombre.

DEMOCRACIA  E  IGUALDAD.

En EEUU necesariamente se debería haber vivido en ‘democracia’, para  respaldar su ideología, y tenía que demostrarlo de cualquier manera. Tal como trató ese otro ideólogo precedente  A. Tocqueville, en su mamotreto ‘La Democracia en América’, exaltado hasta las nubes por liberales y masones, porque interpretó descripciones interesantes históricamente, pero a través de su falsa ideología demo-liberal. Sarmiento, por su parte,  empleó la estratagema de describir una vida “inocente i virginal”, libre e inteligente, sin policía ni Estado, auténticamente democrática de los rayeros del oeste, al modo roussoniano, como si estos rayeros fueran los únicos y principales habitantes que hubieran impuesto su estilo de vida al resto de la nación; desentendiéndose del horror puritano; de las razas y religiones discriminadas y perseguidas; del totalitario ‘melting-pot’ religioso, político y social, donde forzosamente, quiéranlo o no se fundían todas las diferencias auténticas.  Lo que pretende demostrar, tras este escamoteo, es un país viviendo un romanticismo idílico que hace lagrimear de emoción y envidian  los incautos (actualmente empleado con mucho éxito por las sectas protestantes).  Pero como esto es falso, a fuer de su obnubilación liberal, en otros momentos exalta la violencia, el poder, el militarismo yanqui,  lo idílico se transforma en imperialismo… pero bienhechor.

SUPERIORIDAD  RACIAL  Y  MORAL  YANQUI.

“En los Estados Unidos, todo  hombre, por cuanto es hombre, está habilitado para tener juicio i voluntad en los negocios políticos, i  lo tiene en efecto” (360); podrá tener “juicio i voluntad”, aunque dudamos que se pueda generalizar esta capacidad intelectual, pero él  parece afirmar  como si cualquier quidam  hubiera podido tener influencia política; y esto es otro camelo democrático.

“Dícese que el hombre es un ser racional, por cuanto es susceptible de llegar a la adquisición i al ejercicio de la razón; i en este sentido país ninguno de la tierra cuenta con mayor número de seres racionales” (362) ¿Le perdonamos también esta tontera? Pero abran el paraguas que se viene el diluvio. “Después de haber recorrido las primeras naciones del mundo cristiano, estoi convencido que los norte-americanos son el único pueblo culto que existe en la tierra, el último resultado obtenido de la civilización moderna (360)… el último resultado de la lójica humana” (361).

Estando en Francia nos había asegurado que los franceses eran los guerreros más audaces, y otras mil lindezas que lo convertían en el pueblo más agraciado y civilizado del mundo. Pero ahora en USA nos asombra con otra afirmación que nos deja perplejos porque contradice terminantemente, sin ruborizarse, la anterior : “Aún no se ha hecho en nación alguna el censo de la capacidad intelijente de sus moradores… pero mirando al hombre como máquina de destrucción [comprobaríamos que] un yanqui para matar hombres equivale a muchos de otras naciones, de manera que la fuerza destructivas de la nación puede contarse en doscientos millones de habitantes” (361).  Como en esa época vivían 20 millones, descontando los niños, mujeres y ancianos, nos quiere hacer creer que cada  yanqui peleando exterminaría a veinte o treinta soldados de otras naciones. Este poderío  asombroso, hercúleo, fue años después de su revelación popularizado por el cinematógrafo, cuando el héroe yanqui con un solo disparo mataba nazis y japoneses a mansalva ¡Por la libertad y la democracia, por supuesto! ¡Al lado de estos héroes mitológicos a lo soldados franceses los consideraba ahora como insignificantes soldaditos de plomo! Y sin embargo, aunque él no lo supiera, si no fuera por esos ‘soldaditos de plomo’ EEUU no se hubiera emancipado de Inglaterra.

Pero hay más, porque el ‘maestro ciruela’ siempre saca de la galera algún nuevo  cuento para desconcertarnos. La superioridad racial es tan desmesurada, nos dice, que el uso de la libertad no tiene límites; de manera que aún las niñas solteras como también los niños pueden corretear libremente por el mundo, “aún a doscientas leguas de distancia” de sus casas, sin que preocupe a algún comedido y jamás al Estado. “De ahí nace que el niño yanquee espanta al europeo por su desenvoltura, su prudencia cautelosa, su conocimiento de la vida a los diez años” (365), (459). ¡Imaginación asombrosa!

Washington masón¡Y qué decir de los ‘próceres’, si las  anteriores maravillas se referían solamente a la gente común! Luego de ensalzar desmesuradamente a su adorado Franklin, describe las excelencias de su otro héroe, G. Washington, el adinerado héroe de la oligarquía, “el plantador norte-americano, el jenio de la democracia”, el hombre perfecto, por encima de nuestro Señor Jesucristo; aunque las decenas de esclavos que tenía en sus latifundios no habrán compartido  esta admiración de Sarmiento… Viendo un modelo del monumento que debía erigirse al ‘héroe’  exclama  esta lamentable crítica artística y cultural: allí está  “el jenio artístico americano … mide en alto todo él,  dos metros más que la pirámide de Cheops en Ejipto. La arquitectura es una combinación más o menos feliz de formas de todos los jéneros conocidos, herencia de todos los pueblos civilizados. Lo que en  aquel monumento hai del jenio yanqee es la altura, es decir, el sentimiento nacional de sobrepasar en osadía a la especie humana entera, a todas las civilizaciones i a todos los siglos” (468), afirmación que demuestra  su descarada ignorancia artística.  Y cuando visita la casa de Washington exclama: “A quince millas de distancias de Washington está Mont-Vernon, la morada y la tumba de aquel grande hombre que la humanidad entera ha aceptado como un santo… Santa Casa… santuario yanqee… No fue el hábito sino un sentimiento más profundo el que me hizo quitarme el sombrero de la cabeza i marchar con precaución como si pisara una tierra  sagrada…” (465). ¡Un pasito más y nos hubiera regalado una nueva secta protestante para adorar al santón de la democracia G.W.!  Y ahora un chimento de entre casa, que de alguna manera contradice la imagen  que tenía el embustero sanjuanino del canonizable ‘general que no ganó una batalla’, Idígoras no se de donde sacó que Marta Washington  dijo que su esposo era una ‘mujer’; yo no le di crédito, pero viendo el grabado que reproducimos hummm...

LA  FAMILIA  TAMBALEANDO.

Por supuesto le encanta la belleza de las mujeres norteamericanas; principalmente las jovencitas y libertinas :”libres como las mariposas” (348). “En los wagones se les ve siempre a estas encantadoras parejas de jóvenes de veinte años abrazados, reposándose el uno en el seno del otro, i prodigándose caricias tan expresivas que edifican a todos los circunstantes, haciéndoles formar el propósito de casarse inmediatamente,  aún a los más contumaces solterones”;  deduciendo  una  excentricidad: “Atribuyo a aquellos amores ambulantes en que termina el flirteo americano, la manía de viajar que distingue al yanqee, de quien puede decirse que nace viajero”
(350)... esta relación de causa a efecto entre amores y viajes me resulta insólita Y si esta apoteosis romántica, que dura unos pocos días, se enardece empujando a la pareja al matrimonio, comenta con inquina: “se aburrirán santamente en el hogar doméstico”. Porque Sarmiento no conocía ni imaginaba la felicidad del amor en un hogar cristiano. “En adelante, el cerrado asilo doméstico es su penitenciaría perpetua, el roastbeef su acusador eterno; el hormiguero de chiquillos rubios i retozones, su torcedor camino; i un marido incivil, aunque good natured, sudón de día i roncador de noche, su cómplice, su fantasma” (349). Esta desalentadora escena de amarguras y sacrificios, bien podría ser el argumento de una telenovela de la TVBasura, apropiada para incitar al libertinaje conyugal, contradiciendo su visión del hogar yanqui virtuoso e inocente. Pero así era el sanjuanino, expresaba lo que sentía en la emoción del momento; un rato un sí, luego un no sobre lo mismo al mismo tiempo. Y sin dejarse embaucar por sus mismos argumentos continuó soltero contumaz.