miércoles, 26 de noviembre de 2014

Monseñor Enrique Mühn
Primer Obispo de Jujuy, 1934- 1965.
Hermanos Separados
[Extraído del importante Boletín “La Tradición” que dirigía el padre Hervé Le Lay Nº 70, 1965]

El Obispo de Jujuy (Argentina), su Excelencia Monseñor Enrique Mühn ha publicado una Pastoral sobre ‘Ecumenismo’ que fue leída en todos los templos de la diócesis el domingo 8 de noviembre. Por su evidente interés y actualidad, reproduzco s intención en especial de los lectores hispanoamericanos, la parte fundamental de la Pastoral tal como la publicó el diario jujeño ‘Pregón’ el lunes 9 de noviembre.

L
a Iglesia Católica está en Concilio y mucho se ha escrito y dicho en torno a ese acontecimiento que despertó la atención del mundo entero. Se ha dicho y repetido con harta frecuencia que una de las finalidades del Concilio es propender a la unión de los cristianos, como bien lo expresara el recordado Pontífice Juan XXIII, en su discurso de apertura pronunciado el 11 de octubre de 1962, el cual en su parte decisiva dice:

“El espíritu cristiano, católico y apostólico derramado por todo el mundo espera dar un paso más hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias, en fiel y perfecta conformidad con la doctrina auténtica que, con todo, deberá ser estudiada y explicada a través de los métodos de investigación y mediante las formas literarias del pensamiento moderno.  La sustancia de la antigua doctrina del Depósito de la Fe es una cosa y la manera de representarla otra. Y es esta última la que debe considerarse mayormente, con paciencia, si es necesario, midiendo cada cosa según las formas y proporciones de un Magisterio que es de carácter predominantemente pastoral”.

PUERTA ABIERTA.

Y
 así desde el comienzo de la Asamblea Ecuménica, para dar prueba de la buena disposición que animaba a la Iglesia Católica, tanto el inolvidable P. Juan XXIII como Pablo VI, gloriosamente reinante, y todos los Padres conciliares evitaron cuidadosamente el referirse a los cristianos separados y usar términos que pudiesen herir susceptibilidades.

Sin embargo, a pesar de la animosidad prudente de los Sumos Pontífices y Padres Conciliares, muchos cristianos pretenden apoyarse en el discurso de apertura del Papa, para dejar la ‘puerta abierta’ a ciertos esperanzados cambios fundamentales en la Iglesia incluyendo variaciones dogmáticas que conducirían a la deseada “unidad” con los “hermanos separados”. Falso anhelo de unidad.

LA UNIDAD.

¿C
uál es la unidad que Cristo quiere para su Iglesia? Únicamente la que pidió ardorosamente a su Padre.

“Padre Santo, guarda en tu nombre a estos que me has dado, a fin de que sean una misma cosa (por la caridad), así como nosotros lo somos” (por la naturaleza). San Juan 17.11.

“Yo por ellos me santifico a mí mismo, a fin de que ellos sean santificados en la verdad” San Juan 17.19. No ruego solamente por éstos, sino  también por aquellos que han de creer en mí, por medio de la predicación, para que TODOS SEAN UNO, y que como tu, oh Padre, estás en mí y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros a fin de que crea el mundo que tú me has enviado” San Juan 17. 20.22. “Y se haga un solo redil y un solo Pastor” San Juan 10.16.

Estos pasajes que trasladan hasta nosotros las palabras salidas de la misma  boca de Cristo, nos enseñan que Cristo quiere la unida de la Iglesia, que esa unidad es unidad vital en la verdad y en el amor; que la unidad es el signo distintivo de los que son de Cristo y manifestativo de la verdad.

Por consiguiente: donde no hay unidad no hay redil de Cristo ni unión con Cristo.

La unidad que hay entre Cristo y su Padre es unión de unidad; de sustancia, Juan 10,30; de entendimiento, Juan 8,26- 15,15; de voluntad, Juan 6,38; de operación, Juan  8,29; y de amor, Juan 3,16- 17,26-  14.31.

En una palabra, unidad de vida perfecta, ya por haber entre ellos identidad perfecta de naturaleza, ya porque todos esos actos son actos vitales en que se despliega la vida divina en su máxima perfección.

Unidad semejante que ha de haber en la Iglesia; pues esa ha de ser también la unidad y vida de la Iglesia, para lo cual no basta una organización meramente externa, o una yuxtaposición de diversos elementos constructivos, ni tampoco una simpática agrupación externa de diferentes iglesias (sectas) independientes entre sí, o una simple unión de espíritus, sentimientos y corazones, porque eso no nos daría la unidad del cuerpo de Cristo descrita minuciosamente por San Pablo o por el mismo Cristo en la hermosa alegoría de la vid.

La unidad de la Iglesia querida por Cristo es unidad de sustancia en sus elementos constitutivos,  unidad ontológica, que penetra dentro de los miembros y los ponen en contacto físico íntimo, ora con la cabeza, ora con los miembros entre sí para formar con Cristo un solo cuerpo, un solo todo, un solo organismo con miembros y órganos diferentes, con función y operaciones propias en bien de todo el organismo. La cabeza dando unidad de vida y acción a todas partes del cuerpo.

Los miembros unidos entre sí y sostenidos por la cabeza, vivan, crezcan y se perfeccionen por ella y con ella, crece por  aumento divino (Col. 2,19) hasta llegar a la unidad de una misma fe y de un mismo conocimiento del hijo de Dios.

CONCESIONES.

D
ebemos anhelar la unidad enseñada  por Cristo, pero ese anhelo de unión de la Iglesia católica con los demás cristianos  ‘apartados’ ha influido hoy muchísimo y no siempre muy favorablemente, pues en ciertos ambientes católicos ha llegado a debilitar los conceptos básicos de la unidad de la Iglesia de Cristo y han llegado a presentar a la Iglesia como dispuesta a suprimir dogmas para facilitar esa unión.

Amados hijos: la Iglesia Católica  enseña y sostiene  que ella es la única Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo y que como tal posee y custodia la verdad y no puede admitir error alguno. La Iglesia puede ser y lo será sin duda alguna, ampliamente benigna en tender la mano y hacer cuantas concesiones pueda para lograr la anhelada unidad; pero si se trata de cuestiones dogmáticas propiamente dichas y de verdades pertenecientes a la esencia misma de la Iglesia, ésta no puede ceder ni cederá en eso jamás; huelga toda espera y se puede ahorrar, porque eso sería abandonar la verdad que Cristo le confió, por seguir las conveniencias y las opiniones de los hombres. En una palabra: eso sería faltar a la fidelidad que debe a Cristo haciéndole traición: La Iglesia no puede pagar a tanto precio, un falso concepto de “anhelada unidad”.

OTRO PELIGRO.

O
tro peligro que se ha levantado, tal vez por la frecuente repetición de “hermanos separados” es el de creer que muy poco o nada nos separan de aquellos que se autotitulan cristianos por que afirman creen en Cristo, pero que falsean su doctrina y la mezclan con sus errores. A esas sectas que por el triste ‘libre examen’ inventado por Lutero han proliferado en el tronco separado del protestantismo y cuyos ministros-pastores, infeccionan con su proselitismo nuestros ambientes católicos sembrando el error y la confusión y que el mismo Cristo llamara falsos profetas, lobos vestidos con pieles de ovejas, no los podemos considerar “hermanos separados” mientras se dediquen a tomar dominio del tesoro más grande  que poseen nuestros fieles: la fe católica, asaltando así la conciencia de muchos.

Son esos mismos que valiéndose de sus muchos recursos económicos ofrecen beneficios, organizan reuniones sociales y harta imparten enseñanza gratuita de idiomas, que no son otra cosa en la realidad que “confortables carnadas” con que atraen a los incautos para luego catequizarlos e infundirles gota a gota el veneno de sus falsas doctrinas.

Amados hijos: mucho cuidado habéis de tener  con esos lobos vestidos con pieles de oveja. Defended valientemente la fe  que heredasteis de vuestros antepasados y que fue la fe de los padres de la Patria. Nuestra Patria nació católica  y quiere seguir siéndolo a despecho de los mal llamados misioneros que no han recibido misión alguna de Jesucristo.

Esa misión Jesucristo la confió a la Iglesia, la única verdadera, la católica, apostólica, romana.

TRAICIÓN.

A
quellos católicos que por algunas migajas de beneficio material se exponen a perder su fe, están traicionando a Cristo y a su Iglesia y abiertamente les decimos que nada nuevo están haciendo, puesto que hace aproximadamente veinte siglos alguien hizo lo mismo por treinta monedas de plata y con un cínico beso.

Y que todos sepan que aquellos, que participan de reuniones o asisten a clases, pecan como pecan igualmente los padres  que permiten la asistencia de sus hijos. Amados hijos: Los tiempos que corre el mundo moderno exigen definiciones. O somos católicos de verdad, o no somos nada, por más que tengamos nuestro nombre registrado en acta de bautismo.

O estamos con Cristo y practicamos su doctrina, o estamos contra Él.

SIN TÉRMINO MEDIO.

N
o hay término medio: quien no está conmigo está contra mí.

Y estar en contra de Cristo significa estar derrotado como lo estuvieron los que crucificaron a Cristo y creyeron haber vencido.

Cristo volverá no ya para redimir, ni para fundar un reino terreno como pretenden algunas sectas, sino para juzgar y dar a cada cual lo que  merece.

A los justos que le siguieron: las glorias del Cielo.

A los malvados: el castigo eterno del infierno.

Queridos hijos: somos tolerantes y comprensivos con todas las debilidades humanas pero no podemos serlo con aquellos que dañan  a nuestros fieles sembrando el error y tratando de apartarlos de la verdad.

Manteneos firmes en vuestra fe y practicadla para que el gran día del retorno de Cristo podáis escuchar las palabras: Venid benditos de mi Padre a poseer el Reino de los cielos que os está preparado para vosotros desde toda la eternidad.+


Comentario nacionalista: esta magnífica Pastoral, que cada día tiene necesariamente más actualidad, fue estricta y terminantemente   repudiada por el liberalismo del Concilio Vaticano II. Desde ese entonces ¿Algún obispo se animará a hablar tan claramente definiendo las verdades eternas? ¿Conocerán los obispos las  verdades de siempre , creídas por todos, en todo tiempo y lugar? ¿Lo dejarán proclamarlas sin sancionarlo? Etc. etc.
Asimismo recalco la inquietud patriótica de Monseñor Mühn ante el avance de las sectas, perdiendo almas y atentando contra la unidad esencial de nuestra patria, ignorada hoy día por la ‘globalización’ ante el silencio cómplice de las autoridades vaticanas.